Tras pasar por varias de las "peceras" que se ven por debajo y por uno de los "túneles" o "tubos" submarinos que pasan por debajo de una de las piscinas de peces, nos dirigíamos a la siguiente.
Cuando estamos por bajo, a punto de entrar por el túnel, miro uno de los letreros y digo "¿Qué? ¿Entramos ya en el túnel de los tiburones?" Esto lo dije sin ninguna entonación especial; quiero decir, que no puse cara de asesino ni hice gestos de arrancar la cabeza de mi hija, sino que fué una frase normal, como quien dice "¿Entramos en el túnel de los macarrones?".
Aitana oye esto, y no sé qué asociación mental hace, que empieza a decir que no, que tiene miedo, que no quiere entrar. Tras un ratillo de intentar convencerla, finalmente logramos iniciar la travesía, pero seguía teniendo miedo, y ya no quería ni peces ni nada: sólo quería salir.
Pues nada, tras acabar este recorrido vivos y sin que ningún tiburón nos arrancara ningún miembro, seguimos viendo más cosas. Se ve que en todo el rato siguiente Aitana se convence de que los tiburones no le atacarán, así que más adelante dice que quiere ver otra vez los tiburones.
Como no había mucha gente y teníamos tiempo, volvemos al túnel. Aitana esta vez sí que mira y parece que se lo pasa bien (vamos, como con los otros túneles que no tenían asesinos sanguinarios). En un momento, pasa un pez pegado al cristal y le digo "Aitana, mira: toca aquí, que pasa el pez cerca". Ella me mira, y dice "¿No me va ha hacer nada? ¿Hay un cristal?".
En ese momento, dudo entre reirme y decirle algo del tipo "¡Noooo! ¡¡No hay nada!! ¡¡Me ahooogooooo!!" o algo del tipo "Si no hubiera nada, ¿no crees que nos estaríamos ahogando un poquillo o que estaríamos, por lo menos, medianamente mojados?". Pero bueno, pienso en ella y en que puede que no entienda mi fina ironía, así que se lo explico pacientemente: "Sí, Aitana, sí que hay un cristal, puedes tocar que no pasa nada". Creo que en ese momento Aitana entendió el concepto de "túnel por debajo del agua" por el que caminábamos.
No sé que pensaba antes. Tal vez que una fuerza desconocida (llámalo X, llámalo energía, llámalo ente paranormal, llámalo cristal...) hacía que pudiéramos desplazarnos por debajo del agua sin nisiquiera mojarnos lo más mínimo. O tal vez el miedo hacia los tiburones había nublado su entendimiento (qué daño a hecho "Buscando a Nemo"). La cosa es que a partir de ese momento disfrutó más de su paseo por el túnel de los tiburones.
PD: Juan ya ha venido de su crucero por el Mediterráneo (si así empieza las vacaciones, ¡imagínate cómo acabará! ¡Por lo menos con un viaje a la ISS!). Esperamos que nos cuente qué tal. ¡Bienvenido a casa!
encantadora inocencia la de los niños, cosas para recordar, yo recuerdo la primera vez que mi hija subio a un avión y cuando en pleno despege empezo a girar a la vez, ella comenzo a gritar" que se vuelca mama que se vuelca" todo el avion empezo a reir...fue de lo mas gracioso, a ella le encanta que se lo explique, eso y muchas anecdota mas...lo dicho los niños que nos hacn y sigan haciendo pasar un buen rato.. petons para Aitana...
ResponderEliminarPues sí, la inocencia de los niños es una de las cosas que más suele resultar "graciosa" o proporcionar momentos para recordar. Lástima que esa inocencia se pierda/la perdamos.
ResponderEliminarSaludos.